Introducción.
Cuando una persona se enfrenta a hacer un proceso de Terapia le asaltan dudas, inseguridades y muchos miedos. Me gusta acudir a la metáfora de Pepa Horno, gran referente para mí, que lo explica con esta claridad y luminosidad:
El alma es como un edificio interno. Puede que nuestro edificio sea un rascacielos, o una granja en medio de un bosque o una cabaña junto al mar. Cada uno tenemos nuestro edificio. Ese edificio se crea entre lo que hemos recibido genéticamente, y energéticamente y lo que hemos vivido los primeros años de vida. Es decir, ese edificio nos lo regalan. Es un regalo. No lo elegimos. No somos responsables de él. No somos culpables.
La consciencia no cambia el edificio, solo nos permite conocerlo y aprender a vivir con él. Nuestros puntos flacos son los mismos y serán los mismos antes y después de leer este libro, de ir a Terapia, de una conversación con alguien amado.
¿Qué cambió? Que los conocemos. El otro – amigos, figuras parentales, educadores, terapeutas.. muchas personas pueden ser ese otro, por suerte – nos ayuda a ver nuestros puntos flacos, nuestras debilidades, nuestros fallos. A reconocerlos. Y a aceptarlos. El amor que recibimos y el que damos nos da la fuerza para hacer consciente el edificio, para aprender a vivir en él. Y al ver y al aceptar nuestros puntos flacos, aprendemos a manejarlos. Caemos en ellos menos veces. Y menos intensamente. Y cuando caemos, nos sonreímos, nos enternecemos o nos enfadamos depende el caso. Pero pensamos: “Ya estamos otra vez con los mismo, no pasa nada, vamos a dormir que mañana será otro día y lo haremos mejor”. No nos enganchemos en ellos. No nos fustiguemos con ellos. Podemos decidir libremente cómo afrontarlos. La conciencia cambia la vida porque nos hace libres, no porque modifique nuestro edificio.
Nota importante:
A veces hay experiencias en la vida que abren puertas y ventanas de en ese edificio. Cómo cuando abrimos una ventana y entra luz en esa habitación. O abrimos una ventana y entra luz en una habitación que llevaba cerrada muchos años. Quizá una vida entera. Y entonces no es que cambie el edificio. Pero sí cambiamos nosotros. Nuestra visión de nosotros mismos. Y esa luz puede cambiar la vida. Tanto tanto, que parezca que nos hemos ido a vivir al mar. La luz sana.
Ellas también han podido contarnos su visión de hacer un proceso de Terapia: